miércoles, 19 de noviembre de 2014

CAPÍTULOS

“LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER”

El título de esta novela me ha estado pegando fuerte durante gran parte de mi vida, curiosamente nunca la hube leído, y recién ahora (porque cada cosa ocurre cuando debe) me anoticio de que su autor,  Milan Kundera, la publicó en 1984. 
Desde esos mis cuarenta años, en que me identifiqué con “el titulo” de un libro que jamás pasó por mis manos. Es que esa sencilla frase, siento, pone de manifiesto nuestro estado de debilidad ante una vida donde todos sus acontecimientos aparentan ser aleatorios, donde cada mañana que comienza es una aventura, y aventurado es levantarse de la cama (confortable, y similar a un temporario vientre materno), para nacer a un día plagado de incertidumbres.
La antigua sabiduría (como solía decir un querido amigo y excelente escritor) nos enseña que cada cosa es por algo. Que nadie se debe lamentar por los dolores propios ni por los de los otros seres vivos. Una causa genera un efecto, ley incontrovertible y exacta. El asunto es que vivimos en un mundo tan ralentizado respecto a aquel que le dio origen, que olvidamos las causas tan lejanas que hoy producen los consiguientes efectos.
Quiero suponer que algo como esto pretendió decir Nietzsche aseverando que:

"El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni enmendarla en sus vidas posteriores".

Pero, pero uno no puede, aún, sustraerse a los acontecimientos del entorno, y ahí va mi ejemplo: Hoy mismo, y como consecuencia del repliegue que algunos debemos realizar al perder posiciones, y posesiones, a causa exclusiva de haber llegado a cierta edad sin haber cumplido con el paradigma de la riqueza, o, cuanto menos la holgura, debí deshacerme (entre otras) de alguna cantidad de prendas en desuso. Un solo aviso, publicado en un medio netamente regional de este querido y castigado pueblo sureño, dio como resultado un torrente de mensajes solicitando para sí la “bolsa de ropa”, algunos realmente desesperados, y tal pude colegir, enviados por mujeres en un reclamo para su pareja.
No dudo que el hombre sabio, nos llamaría a no alterar nuestras emociones por acontecimientos que solo son consecuencias.
Ciertamente esto lo afirmaría un hombre sabio. Pero, visto que yo no lo soy, hoy sentí dolor por la necesidad de mis semejantes.

                                                          Filemón Solo
                                   



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