sábado, 16 de mayo de 2015

CAPÍTULOS

FUERZA DE VOLUNTAD

         En realidad sobre esto, poco, o nada, tendríamos para hablar, pero visto que la
        frase se ha incorporado al acervo popular, disimulando con esto su semántico
         significado, nos tomaremos la libertad de realizar un pequeño desarrollo sobre el
        tema.
        FUERZA: según nuestra lengua, la RAE define esta palabra con varias
        acepciones, siendo cualquiera de ellas aplicables a lo que queremos demostrar.
        En cuanto a laVOLUNTAD, que cada cual decida que acepción le cae mejor.
        Esto en nada cambia este personal análisis.

1)Fuerza
“Vigor, robustez y capacidad para mover algo o a alguien que tenga peso o haga resistencia; como para levantar una piedra, tirar una barra, etc.”

1)VOLUNTAD
Faculta
“Facultad de decidir y ordenar la propia conducta.”
Nada que agregar

Como indiscutiblemente se desprende de estas definiciones, “la facultad de decidir y ordenar la propia conducta” requiere de la aplicación de una determinada fuerza. Ergo: Debemos aplicar una fuerza de suficiente poder para mover la voluntad.
Vamos a pensar (cosa que no daña), que, en principio, la voluntad es un algo estático que necesita ser estimulada para la ejecución de un acto.
“Todo acto que no sea netamente volitivo debe ser “obligado” a realizarse “por la fuerza”
Levantarse de la cama a las 7hs. en la mañana para concurrir al trabajo, requiere de un caudal determinado de “fuerza de voluntad”. Realizar lo propio para subir al automóvil nuevo y salir de vacaciones hacia el hermoso lugar que hemos soñado, es un goce (claro que los hay mucho mayores), que no requiere de ninguna aplicación adicional. La perspectiva de vivir un futuro de placer, omite el uso de la susodicha “fuerza que empuje a la voluntad”, en tanto se debe retomar su uso para cargar el vehículo, soportar el mal humor, propio, y de la familia que debe volver a sus obligaciones, y tomar la ruta con pensamientos totalmente opuestos a los que poblaron nuestra ilusión a la salida de casa.
Yo me pregunto qué ocurriría si el entusiasmo fuera el móvil de cada una de nuestras acciones, dejando de lado para siempre la ya corroída “fuerza de voluntad”

                                                       Filemón Solo








                             

lunes, 16 de febrero de 2015

CAPÍTULOS

SE NOS ACABÓ EL PRESENTE

Creo haber manifestado ya, que, casi como cualquier pasajero de estos tiempos, quien esto firma se reitera en sus dichos (visto que parte desde un cúmulo de experiencias que le son propias y exclusivas) y también puede fácilmente contradecirse (en razón del estudio de distintas alternativas en su vida, avances, y retrocesos), siendo un proceder usual en un humano común, más no igual; que no los hay.
Esta perorata de ingreso al tema fue necesaria, puesto que mis dichos pudieran parecer contradecirse con el título de estos Blogs.

Lo he escuchado en infinidad de casos: seudoterapias, significativas observaciones propias o copiadas, textos que pretenden que uno encuentre la piedra filosofal de la interna sabiduría, o simplemente bien intencionados con pocas horas de meditación en el tema.

Se nos ha enseñado que los tiempos son tres: pasado, presente, y futuro. Detalle absolutamente lógico y “casi” comprobable.
Quizá, ya para esta avanzada época de la evolución de los conocimientos de la raza, nos falta, en promedio, algo de estudio y comprensión sobre una materia que se viene llevando los laureles en cuanto a los descubrimientos que, desde nuestra estrecha visión, nos harían comprender solo unos “gramos” más de nuestro estado, y camino universal. Me refiero a la… ¡Física!
Sin capacidad, ni deseos de extenderme en explicaciones técnicas, debo decir que el tiempo no existe, lo otro, es solo una necesaria percepción de este bajísimo plano al que, cada cual por lo suyo, hemos venido a dar. A esto solo he de agregar que el ser, en la medida en que “asciende” en su escarpada senda evolutiva, estos estados de apariencia temporal se modifican hacia una irremediable comprobación: La Verdad de su no existencia.
Bueno, ya que estamos en este mundo, donde la figura es la de un tiempo lineal, y unidireccional,  de él hablemos.
Veníamos con aquello de los tres estados del tiempo; retomemos el tema.

El pasado es lo único que ha formado la herramienta de la personalidad. Vivirás y actuarás en función de tu experiencia, y todos sabemos que esta no se transfiere.
En cuanto al futuro, este se desgrana en infinitas posibilidades. Incontables caminos que te han de llevar hacia donde tu actuar de este momento te esté enviando.
Alguien sabio dijo: “Si eres feliz, no cambies”, y no lo hagas porque, en caso que la tengas, esa “felicidad” te augura un futuro digamos…afortunado.
Acá viene, quizá, lo más difícil de comprender, y es el presente. Este estado no existe, ni puede existir desde el momento en qué es inasible. Proveniente del futuro, inmediatamente se convierte en pasado.
Esta etapa de presente vendría a ser como un punto de unión imperceptible entre pasado y futuro.
Dijimos que tu actuar de este momento “que solo pasa” marcará el sentido de tu futuro derrotero, pero en realidad, y como no “ocupa” tiempo, no hay detención, lo hace sin que lo puedas tomar. Sobre lo que realmente estás operando (lo notes o no) es con tu pasado inmediato, que confundimos con un presente que no se presenta , el que ha de afectar el futuro, porque en él ya está grabada la impronta de tus actitudes, pensamientos, y sentimientos. ¡Esos mismos que acabas de tener!
Simplificando, digamos (reiterando también) que tu pasado cercano, y lejano, harán a tu futuro, pero “de acuerdo a como trabajes ahora con él”, puesto que no tienes un presente, deberás abocarte a confeccionar tu futuro, o bien dejarlo librado a las consecuencias de situaciones pasadas que no recuerdas, y en caso de hacerlo, no podrás asociar con su resultado.
Rencores, recuerdos tristes, desapariciones amadas, enfermedades, deben ser objeto de una prolija revisión de los sentimientos a que dieran lugar. Modifica aquello doloroso, humillante, perdido, o frustrado, porque es el nuevo sentir sobre él lo que te dará mayores garantías de un futuro venturoso.
Eso sí, sin olvidar que nuestro destino final contiene una felicidad de tal magnitud, que nada sobre ella podemos imaginar, pero, y por ahora, usemos las únicas herramientas a la mano, que constantemente nos llegan, nuevos elementos sobre los cuales habremos de montarnos en busca de nuestra elevación.
Pero solo para quién esto interese. El resto, indefectiblemente, tendrá su momento. Nadie queda fuera de lo que ya integra, “El Todo”.
“Cuando el fruto esté maduro”.
                                                           Filemón Solo






domingo, 15 de febrero de 2015

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BUENO, O MALO

BUENO, O MALO
Tenemos comportamientos que llaman a reflexión y, por cotidianos, pasan inadvertidos; de la misma manera que otras tantas cosas y hechos que, ya cubiertos por la ancha capa de la costumbre, nos resultan totalmente invisibles.
Quizá, a quien viva solo (que no es lo mismo que hacerlo en soledad) no le toque experimentarlo; no de la misma manera que a aquel otro que comparta su espacio con alguien de afinidad “relativa”, y mucho menos con quien lo haga compitiendo con un tercero, ya sea como elegido modo de vida, en un nivel de paridad de poderes, como víctima o victimario en la convivencia.

Veamos, algunos ejemplos. La persona “a” olvida retirar el cilindro de cartón que contuviera al rollo, ya finalizado del papel sanitario, o de descolgar la ropa del secador exterior ante riesgo de lluvia, tal vez algún elemento fuera de lista del supermercado, o cae en el profundo pozo de los “supuestos” donde “debería haber supuesto” que “b” llegaría a tal hora sin haber preparado la mesa o encendido el horno de la cocina, que debería haberse enterado por la conversaciones telefónicas de “b” con ajenos, que la reunión prevista hubo cambiado de horario, y esto no tiene fin.
El meollo de la cuestión viene a ser este, y no el que usted supone. Dejemos a los imaginados “a“ y “b” solo por un momento, y vamos a los hechos (o dejados de hacer), que, para este caso es lo que nos importa.
Toda actitud en esta vida es merecedora (pobre de nosotros) de un juicio. Usualmente siendo el más duro aquel que se realiza sobre actos ajenos.
Ahora bien, dentro de una gran cantidad de estados intermedios caben tres veredictos: “Bueno”, “malo”, o “indiferente”.
Si el Sr. “a” deja ex-profeso el rollo vacío sobre el bidé del baño, es mala actitud que merece un reproche propio o ajeno, si le es indiferente, y ni siquiera piensa en ello, se encuentra en el mismo caso. Ahora bien, si ciertamente lo retira, en cumplimiento de sus deberes y rumbo al recipiente de residuos, el resultado con el cual calificar este cumplimiento es…”Absolutamente Nulo”.
“A”, se pregunta, y por cierto con mucha razón, ¿Dónde está el régimen de premios y castigos tan en boga en nuestro medio)
Resulta que las pequeñas grandes cosas que hacen a la organización de cualquier tipo, merecen, por descontado, que deben realizarse “bien”, porque de esta manera el procedente pasa inadvertido, y eso es a lo máximo a que se puede aspirar.                               

                                                                   Filemón Solo

lunes, 12 de enero de 2015

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Hola, ¿cómo estás?
Puede que el presente escrito se presente (ojo, la acepción de la palabra es distinta) parecido en su contenido a otro ya publicado. Pudiera ser también que este tema dé para más de un comentario. Sea como fuera, uno, en la pretensión de creer en una cierta fidelidad hacia sí mismo, observa desde otro ángulo de miras, y en muchas oportunidades con dolor, al epidémico comportamiento de sus semejantes.

¡Hola!, ¿cómo estás?
Sí, la conversación se comienza, casi inexorablemente, con una pregunta sobre el estado de salud del tertulio de turno, su familia, trabajo, y extendiéndose en ocasiones a situaciones más lejanas que lo que mide el círculo íntimo del aludido. Esto es “costumbre”, y “de buena educación”.
Decíamos que así se comienza una conversación, y esa es la verdad. ¡Estamos, de esta manera manifestando nuestras propias dudas sobre el estado de él, o los otros!
Nuestra incertidumbre ha labrado tan profundo este hábito, que se practica en forma ritual. Es uno de los tantos programas que protagonizamos dentro de los cuales no se analiza el porqué, solo se ejercita.
Si nos detenemos unos instantes en pensar que encierra la obligada pregunta, nos encontraremos aguardando una respuesta que expone impúdicamente el estado del otro. Ante un elemental razonamiento veríamos que es ésta una intromisión del todo incorrecta. Pero no lo analizamos, seguimos dentro del programa, y nadie lo toma a mal, ni es motivo de indiscreción.
Pero existe algo más profundo alojado dentro de esta costumbre: el explícito reconocimiento de que solo el azar indicará que es posible “estar bien, o mal”, y que a nosotros “nos interesa” saberlo antes de comenzar cualquier dialogo. Como en el encuentro recibiremos la misma cortesía, nos cabe idéntica sospecha proveniente del programa de la otra parte, ¡y hasta puede qué nos caiga bien!, ¡esto revela un sano interés, y buena educación, de parte de nuestro interlocutor!
¡Tan difundido está este hábito, que ha ampliado sus aplicaciones y se lo escucha emitido como saludo al pasar entre dos individuos que se cruzan en la calle! Siendo de destacar que ambos siguen con su camino, y sin esperar respuesta.

Más allá de las sonrisas que estos ligeros comentarios puedan provocar, se asoma tenuemente la delicada realidad tapada por la costumbre: Distraídos, convivimos en un mar de confusiones poblado de incertidumbres de tal magnitud, que no logramos saber, ni siquiera sospechar, nuestro propio estado; cuanto menos el de los demás.

                                                                           Filemón Solo