Dedicado a “nyc´s” y “vyq´s” de lo que fuera El Bolsón
(RN) -2005-
“Ecorrea”-La epidemia que llegó
a la Patagonia-
El tipo, tiempo hace que percibe los conocidos
retorcijones premonitorios. El medicamento está, a no dudarlo, haciendo lo
suyo. La señora de pelo cano que en la gran ciudad abandonara, entre muchas
otras, el hábito de reflejarse más joven que lo que su cabello puede sugerir,
no acusa los efectos. El señor que decidió que un sombrero de ala ancha
condecía exactamente con el nuevo aspecto que imagina para este ámbito agreste,
tampoco evidencia ningún cambio en su sentir gastrointestinal. No se ven
reuniones en la salida del “super”, no hay “cartas al lector”, ni largas filas
de anhelantes peticionantes aguardando se les atienda, algún día, en la nunca
bien ponderada Defensoría del Pueblo.
El tipo ya sabe que la mayor porción de la heterogénea
galería de sus circunstanciales coterráneos pertenece al grupo de los
respirantes, amplio estrato humano que solo reaccionaría ante el caso que un
par de dedos obturen sus fosas nasales. Aunque esta obstrucción solo
representaría mudar por la opción de respirar por la boca, no más que eso.
El tipo ya no soporta los espasmos, ni la soledad del
dolor no compartido de ver la estúpida depredación que la ilusión colectivizada
de “un vivir distinto”, hábilmente ignora: la destrucción de cuanta cosa
natural pudiera observar.
Siendo un delirante experimentado, logra visualizar las
próximas villas de emergencia, la contaminación, la inseguridad y demás
“prebendas” de las catedrales citadinas. En tanto las autoridades pugnan por
obtener ese calificativo peyorativo: ¡el de ciudad! “Ciudad de m...” Claro, es
distinto ser el funcionario de una ciudad “emergente” que de un Pueblo
conciente.
Un día cualquiera, y no cualquiera de ellos, de mañana y
no muy temprano, porque eso es cosa de escolares obligados, uniformados
obligados, o ancianos desobligados, el tipo toma el mando de la que fuera
moderna máquina hace nomás quince años, y se lanza a la ruta. Mientras se aleja
va observando como el mocho dedo de la negligencia fue ubicando aquí y allá
nuevos pobladores que, con pelo cano y sombreros de ala ancha, colocan su
inexperiencia junto con algunos ovinos y/o bovinos, ambos incompatibles con el
bosque que han venido a disfrutar; y también a destruir; pero solo un poco.
Solo lo suficiente para hacer lugar a la casa.
La casa, el establo, el galpón y... ya que estamos, una
pampita para que pasten los animales.
Mientras se dirige al medio de la meseta patagónica donde
supone, pobre tipo, que no ha de hallar la destrucción en dos patas ni la
burocracia de mil manos, va recordando el hermoso camino del Circuito Chico
saliendo de Llao Llao, sin la mancha negra del asfalto que se tragó su poesía
junto a los maravillosos árboles que la enmarcaban, ¡demasiados árboles!
Recuerda a los lagos Uno y Dos antes de los rápidos del río Futaleufú, ya
desaparecidos bajo una represa que mató, entre otras cosas, a la lógica,
cruzando el continente con conductores de alta tensión para posibilitar una
pujante fuente de cancerígena contaminación justo junto al mar. Mismo mar donde
un sinnúmero de oportunas caletas de amplias mareas, proporcionarían abundante
energía eléctrica. Luego, la celeste visión del Lacar, impoluto, y a la vera de
lo que fuera un simpático pueblito cordillerano. Justo ahí, cuando estaba
evocando el episodio de ese otro lago que “fue Escondido” y demás
infamifundios, debió interrumpir su dolorosa retrospectiva, urgido como estaba
a descender rápidamente del vehículo con apenas el tiempo para desabrocharse el
cinturón.
Filemón
Solo
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